¿De quién es la culpa?

¿De quién es la culpa?
¿De quién es la Culpa?
Autor: Efrain Lesmes Castro

¡Lo podemos hacer!

Cuando nos encontramos ante una situación que no podemos manejar, buscamos a quien nos brinde una ayuda en ese sentido. Pero generalmente esa ayuda se da de acuerdo a un procedimiento ya estandarizado. –Hoy día, en cuestión de atención médica, hay reglas escritas, muy precisas, sobre cómo se debe proceder en muchos casos; y deben cumplirse para evitar exponerse a problemas judiciales por no acatarlos–.

Pero, cada paciente es un universo distinto de todos los demás, y no debe ser tratado por rutina; cada uno tiene su individualidad la cual se debe respetar; porque, además, cada uno hace su enfermedad a su manera.

Hoy, el paciente busca una alternativa por muchas razones, las cuales no es necesario mencionar para no herir susceptibilidades, y son muy conocidas por todos. Pero, la forma como se asume no es la correcta. El acudir porque “ya probé todo lo demás”, no le ayuda en nada. Y si bien es cierto el haber perdido ya mucho de su Fe, si decide darse una nueva oportunidad, debería hacerlo con algo de esa misma Fe con la cual asumió lo anterior.

Los terapeutas también debemos poner Fe en nuestro hacer y la ejercitamos cuando asumimos la responsabilidad de llevar un caso. En mi experiencia, nunca he cuestionado nada de mis maestros cuando he hecho el papel de discípulo; cuando he llegado a cuestionar algo, es porque el conocimiento recibido ya me ha dado independencia de criterio, y puedo, entonces, dar mi opinión.

De otro lado, cuando activamos un resonador energético –punto de acupuntura–, lo hacemos basados en la información legada hace siglos; pero al momento de usarlo, hacemos una experimentación sobre su acción en cada caso particular. De esta manera enriquecemos el conocimiento sobre las posibilidades de cada punto.

Pero, insistimos: somos solamente el intermediario útil aportando lo nuestro; el papel principal corre a cargo del paciente. Y le corresponde hacer lo fácil; lo difícil puede ser, a veces, tener el valor de asumirlo.

Particularmente, he tenido una guía muy útil: tomar conciencia de mi hacer y del beneficio obtenido por el cambio. Pero las motivaciones no deben ser los prejuicios planteados por otros sino lo aportado por la conciencia despierta.

Un ejemplo: sobre el cigarrillo se conoce todo acerca de su nocividad; se presentan películas mostrando la obstrucción de los pulmones y el daño terrible del cáncer generado. Y aunque el fumador sabe estas cosas y vive a diario las incomodidades aportadas o brindadas por el cigarrillo, no lo deja. Muchos acuden a los productos del mercado ofrecidos como coadyuvantes pero tampoco se ve una eficacia significativa.

Hay además métodos paso a paso y cintas de audio muy bien elaboradas, con mensajes directos o subliminales, los cuales llenan de motivación para dejar el vicio, pero, a la larga, tampoco tienen una eficacia satisfactoria

Algunas personas optan por tomar conciencia de lo generado por el cigarrillo, el significado de este elemento en su vida, las motivaciones recibidas cuando adquirieron el vicio, los valores perdidos cuando dejan que su vida sea interferida por estímulos sensoriales fuera del manejo de su voluntad, las opciones ganadas por el hecho de dejar el cigarrillo, las limitaciones a las cuales se somete o es sometido por estar fumando, etc., y entonces cualquier día paran de fumar.

Igualmente podemos pensar sobre el licor o la droga o cualquier otra dependencia. A todas ellas podemos manejarlas de la misma forma. Para cada una podemos hacer el análisis respectivo y en un acto de absoluta convicción, hacer gala de las fuerzas otorgadas por la Creación y superar todo inconveniente. Todos tenemos esas fuerzas y todos lo podemos hacer.

Incluso, podemos ir un poco más allá y darnos cuenta de lo indicado por quienes estudian los comportamientos humanos. Y en ese sentido, ser cautos a la hora de juzgar y criticar. Porque nos enseñan: el vicio, no solamente se refiere al cigarrillo, al licor y a la droga; hay otros vicios de los cuales no somos conscientes.

Así, se dice: el deporte puede ser un vicio, no como tal, sino por las sensaciones producidas por las endorfinas generadas al ejercitar los músculos. Después de un día de ejercicio moderado, el sueño puede ser más profundo y placentero.

Igualmente, cuando se está en una situación generadora de tensión –si nos dejamos manejar por ella–, el organismo produce adrenalina la cual también hace notar su presencia en las sensaciones y podemos enviciarnos a ellas.

En otras palabras, podemos encontrar muchas actividades que de alguna manera nos están condicionando, pero que no nos hemos dado cuenta.

Y finalmente, las cosas no son malas por sí mismas; pueden serlo por lo hecho con ellas o lo generado en nosotros. Y si por su uso se nos obnubila la voluntad, lo mejor es revisarlas, porque, en definitiva, tendrán su granito de arena en el desarrollo de la enfermedad.

Vale la pena recordar entonces el significado del ideograma de “el arte de punturar”, para la MTCh: “La transmisión del equilibrio precioso que posibilita la liberación”.15 Según esta definición, en definitiva, tenemos en ella una opción para superarnos.

Es decir, la MTCh nos brinda la oportunidad de liberarnos a través de los esquemas de tratamiento que ella maneja.

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