¿De quién es la culpa?

¿De quién es la culpa?
¿De quién es la Culpa?
Autor: Efrain Lesmes Castro

¿Dónde están los amigos?

Inicialmente dijimos que la salud es generada por el equilibrio físico, psicológico, social y espiritual. Esto implica que todos los factores que hacen parte de la vida del hombre tengan una importancia única para lograr la salud. De otro lado, algo que hace parte de la vida del hombre es su condición económica y la relación con las demás personas.

En una ocasión una persona comentaba que se había quedado sin amigos porque no encontraba quién quisiera y pudiera servirle de fiador para obtener un préstamo.

Sin embargo, como no falta quién se considere solidario con aquellas personas a quienes estima como sus amigos, alguno de ellos accedió a fiarle, creyendo en la buena fe de esa persona. El resultado: finalmente se vio envuelto en asuntos legales y comprometido su patrimonio.

Se le olvidó considerar una cosa muy simple: le buscaron porque le consideraron amigo, olvidando que no es lo mismo ser amigo para alguien que tener él mismo amigos. Porque al momento de solicitar ayuda para que le resolvieran el caso, la respuesta fue: “no podemos hacer nada”.

Y no es que sea obligatorio resolver las cosas cuando no se tiene la condición para ello. El problema es que dejan a quien consideran su amigo metido hasta el cuello sin que les mueva la más mínima intención de buscar soluciones. Es decir, volvemos al tema del aparte anterior: Nos limitamos a defender una única posición como solución, cerrando todas las opciones que nos puede brindar la vida, con el agravante de dar la espalda y considerar cerrado el caso.

Volviendo al tema, esto es una fuente de desequilibrio pues, en el caso mencionado, la persona se ve ante una situación para la cual debe tomar acciones no previstas.

Como se puede entender, ese desequilibrio, proveniente del desengaño por comprobar que para él los amigos a quien sirvió no son sus amigos y del desencanto de saberse utilizado, puede llegar a generar alteraciones de salud.

Eso nos pasa a diario: de buena fe estamos confiando en las personas. Así, creemos lo que nos dice la familia, el Sacerdote, el Pastor, el Médico, el vecino, en fin, creemos en lo que nos dicen todas aquellas personas por quienes hemos dado un voto de confianza.

La dificultad estriba en que la posibilidad de comprobar la información tiene dificultades. Todos exponemos como referencia a aquellas personas con las cuales hemos tenido un buen comportamiento; pero nunca damos como referencia a aquellas personas que conocen nuestras debilidades y nuestras malas acciones.

Lo peor, es que la imagen que exhibimos es la de ser unos santos; pregonamos a los cuatro vientos (especialmente si se tiene acceso a una audiencia grande), frases de pensadores que muchas veces ni nosotros mismos entendemos, haciendo gala del dicho popular que no aplicar lo que se predica.

Estos casos, sin embargo, no son gratis. Si se han presentado, será porque de alguna manera se necesitan para el proceso de vida y no queda más que aprender la lección.

Cuando se asume una condición como la referida, el Cielo hará las compensaciones a que haya lugar. Debe dejarse que la vida haga los ajuste necesarios.

Lo otro por hacer, es abrir nuestro interior para que él nos guíe en las respuestas que debemos dar ante una situación similar a fin de que nos ayude a entender y a diferenciar cuando uno es amigo para alguien y cuando uno tiene en otro, a un verdadero amigo.

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