¿De quién es la culpa?

¿De quién es la culpa?
¿De quién es la Culpa?
Autor: Efrain Lesmes Castro

Si tienes decisiones firmes de acción, tendrás el tiempo

Siempre hay una última labor por hacer, me lo enseñan dos situaciones disímiles entre sí. La primera corresponde a una vieja película en la cual unos traficantes de marfil querían obtener colmillos de elefante. Según la información de los nativos, los elefantes tenían un sitio a donde todos iban a morir; pero ese lugar era secreto porque nadie sabía cuándo uno de ellos emprendía su viaje sin retorno.

La forma de llegar a ellos consistió, entonces, en herir a un elefante con una flecha envenenada y seguirlo. Efectivamente, en la película, el elefante emprende la marcha con grandes dificultades pero logra llegar al cementerio de elefantes.

De otro lado, en una revista Selecciones, de fama internacional, hablaron sobre un espía alemán quen estaba actuando como tal en el Japón. Éste llevaba una información muy importante escondida en su reloj de pulso, cuando sufrió un accidente en moto, quedando herido de altísima gravedad.

Sin embargo, no permitió ser tocado por el equipo de paramédicos cuando acudieron en su auxilio, ni por los médicos llegados más luego, hasta cuando hicieron venir a una persona solicitada por él; resultó ser su contacto. Una vez le advirtió de su reloj de pulso en su muñeca y de su contenido, el espía entró en estado de coma del cual no llegó a recuperarse.

Una energía le mantuvo consciente, comenta la revista, a pesar de su lamentable condición, hasta el momento del contacto con la persona esperada. Esa energía provenía de su fuerza de voluntad para llevar a cabo su misión.

Aunque las dos historias no tienen relación aparente, sí podemos tomar para nuestra propia vida la enseñanza contenida: si mantenemos una última misión por hacer en nuestra vida, tal vez ella se encargue de darnos la energía y el tiempo para hacerlo.

Lo sorprendente es ver como el hombre renuncia a terminar sus obras, a veces por cansancio; pero en la mayoría de las veces, por no tener una meta definida por alcanzar.

La observación de estas historias, cuando se han compartido, ha permitido ver que cuando las personas las asumen, viven con más ilusión, con una nueva fuerza manteniendo su actividad todo el tiempo, porque aún hay algo por hacer. Y no necesariamente la meta debe ser realizable, pero sí posible; la expectativa de ver su obra terminada (así sea por otros), también ayuda a mantener esa fuerza.

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