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Primero busca los actores para tu película

En una ocasión atendí a un señor, sintiéndose mal, con una serie de síntomas físicos los cuales no definían una patología específica. Tampoco había en su vivencia diaria una evidencia sobre una condición definida.

Entrando en detalle, el proceso comenzó cuando regresó de nuevo a su hogar luego de haber permanecido durante varios años trabajando en otra ciudad. Venía cada mes, una o dos veces, y a pesar de los cambios, esperaba encontrar en su hogar las cosas como estaban cinco años atrás, antes del traslado temporal.

Al asumir el trabajo en la otra ciudad, su hijo recién terminaba el bachillerato y la hija estaba cursando el grado noveno. A su regreso ya estaban los dos en la universidad y hacían una vida más independiente. La esposa se había acostumbrado a esconderse en su trabajo y a permanecer en soledad el resto del tiempo.

Por otro lado, el paciente se dedicó a darle forma a sus fantasías y montó una película sobre cómo iba a ser la vida una vez terminara el trabajo en la ciudad a la cual le enviaron. Definió cómo serían las reuniones en casa, los paseos de fines de semana, los viernes culturales, la nueva vida sexual con su esposa y todo detalle adicional. Pero omitió un asunto: no consideró si los miembros de su familia estaban dispuestos a participar como actores de su película y el desastre fue total.

Su hija ya tenía novio, su hijo tenía novia; los viernes siempre tenían rumba con los compañeros de la universidad; los horarios no les permitían contar sino con escasos minutos al levantarse; su esposa ya había cambiado el concepto sobre el sexo y la sexualidad; los paseos del fin de semana nunca se realizaron.

En fin, la vida se le convirtió en una completa frustración porque nada de lo planeado le resultó y como consecuencia enfermó.

Reflexionando al respecto, en la mayoría de las veces nos encontramos en una situación igual: hacemos la película poniendo de actores a personas a quienes no hemos consultado su deseo de participación y la respuesta es la frustración y el desengaño, con la consecuencia lógica de ser después el camino de la enfermedad física.