Carencias de deseos

0

Publicado en Conocimiento, Esoterismo, La Meditación

“El Discernimiento nos ha mostrado ya que las cosas que los hombres más desean, como la riqueza y el poder, no tienen valor alguno. Cuando esto no se dice tan sólo, sino que se siente en verdad, cesa todo deseo de ellos.

Así pues, todo eso es sencillo; sólo se requiere que lo comprendáis. Pero hay algunos que cesan de perseguir los bienes terrenales, con el fin de ganar el cielo o alcanzar la liberación personal del renacimiento; no debéis caer en este error. Si habéis olvidado algo, no podéis pensar en la hora en que este yo sea libre o qué clase de cielo tendrá.

Recordad que todo deseo egoísta ata, por elevado que sea su objeto, y en tanto no os hayáis librado de él no estaréis enteramente preparados para dedicaros a la labor del Maestro.

Cuando desaparezcan todos los deseos que se refieren al yo, todavía puede existir el deseo de ver los resultados de vuestra obra. Si ayudáis a alguien, querréis ver en cuánto lo habéis ayudado, aun tal vez queréis que aquel a quien habéis ayudado, también lo vea y os lo agradezca. Esto es todavía deseo, y, además, falta de confianza.

Cuando hacéis todo el esfuerzo que podéis para ayudar, debe dar un resultado, tanto si podéis verlo como si no; si reconocéis la manera de obrar de la Ley, sabéis que esto es así. Por esto debéis obrar rectamente por amor a lo recto, no con esperanza de recompensa; debéis trabajar por amor al trabajo, no por la esperanza de ver el resultado; debéis entregaros al servicio del mundo, porque lo amáis y no podéis dejar de entregaros a él.

No deseéis poderes psíquicos; ya vendrán cuando el Maestro comprenda que debéis tenerlos. Además, el esforzarse en adquirirlos trae consigo, muy a menudo, gran perturbación; frecuentemente, a su poseedor le descarrían los falaces espirituales de la naturaleza, o se envanece y cree que él no puede caer en error; y el tiempo y el esfuerzo que emplea para alcanzar estos poderes podría emplearlos, de cualquier otro modo, en trabajar para los demás.

Los poderes vendrán en el curso del desarrollo; deben venir; y si el Maestro ve que es útil que los tengáis antes, os enseñará a desarrollarlos sin peligro. Hasta entonces, estaréis mejor sin ellos.

Además, debéis precaveros de ciertos pequeños deseos que son comunes en la vida diaria. No deseéis jamás brillar o parecer superior en ningún sentido; no habléis mucho. Es mejor hablar poco, es mejor todavía callar, hasta que estéis seguros de que lo que vais a decir es VERDADERO, BUENO, y PUEDE AYUDAR A OTROS. Antes de hablar, pensad cuidadosamente si lo que vais a decir posee estas tres cualidades; si no es así, no lo digáis.

Lo mejor es acostumbrarse desde el primer momento a pensar cuidadosamente antes de hablar, porque cuando alcancéis la Iniciación debéis fijaros en cada palabra, no sea que digáis lo que no debe decirse. Mucha habladuría vulgar es insensata y vana; cuando chismosa, es maligna.

Así, acostumbraos a escuchar; mejor que hablar, no expongáis opiniones, a menos que os las pidan directamente. En resumen; las cualidades son: saber oír; querer y callar; y la última es la más ardua de todas.

Otro común deseo que debéis reprimir severamente es el de inmiscuiros en los asuntos de los demás. Lo que otro haga o diga o crea, no es cosa vuestra, y debéis aprender a dejarlo completamente sol. Él tiene perfecto derecho al pensamiento, palabra y acción libres, mientras no se meta con otro. Así como vosotros reclamáis libertad de hacer lo más conveniente, debéis concederle la misma libertad, y cuando la usufructúa no tenéis ningún derecho a ocuparos de él.

Si pensáis que obra equivocadamente, y podéis halla oportunidad de decirle privadamente y con la mayor delicadeza vuestra opinión, es posible que lo convenzáis; pero hay muchos casos en que, aun de esta manera, la intervención sería impropia. Nunca debéis hablar a una tercera persona acerca del asunto, porque ésta es una acción muy baja.

Si veis un caso de crueldad contra un niño o un animal, vuestro deber es defenderlos. Si estáis encargados de instruir a otra persona, es vuestro deber es reprender afectuosamente sus faltas. Excepto en semejantes casos, ocupaos de vuestros propios asuntos y ejercitad la virtud del silencio.”

Escribenos tu comentario