Pueblo que no conoce la historia está condenado a repetirla

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Publicado en Correspondecia Recibida

Por: Dr.William Franco

Recordando la historia – Pablo Escobar sale de su mansión (20 años)

Cesar Gaviria llegó al solio de Bolívar por la desgraciada muerte de Luís Carlos Galán, fue un tiro de suerte igual como lo vivió en su momento el cobarde “Claudio” cuando los pretores que asesinaron a “Calígula” lo hallaron escondido detrás de un tapiz, y lo sacaron arreado a empellones para burlarse de él, mostrándolo al pueblo como el nuevo emperador de Roma. La gleba gritaba – creyendo que era el elegido – , en júbilo: Ave cesar, ave cesar … (ante la histeria colectiva de los presentes, a los pretores asesinos, no les quedó otra que aceptar tamaña aventura)

Ese juego morboso, urdido con malevolencia, llevó a que el imperio fuera gobernado por un mediocre aparecido. Esa historia, de comedia trágica y cantinflesca, se vivió también en Colombia (1.990) donde hubo sangre, muerte y, un aparecido, advenedizo que en medio de un funeral, sobre las lozas de un cementerio, recibió las banderas de un movimiento político (Nuevo Liberalismo).

Cesar Gaviria para aquel entonces, era un simple burócrata (con rodilleras), un recién llegado a las ideas galanistas, un saltarín que se ofrecía al mejor postor, un hombre sin carácter, sin templanza, oportunista. El no tuvo la culpa de haber llegado a la presidencia. Ahí no hubo causalidad de nada, fue una simple casualidad.

El repudio y el dolor – asesinato de Galán – fueron la fuerza de sus votos en las urnas. No sus ideas, ni mucho menos la potencia testicular de sus gónadas, las suyas estaban constipadas, como sus gallos al hablar.

Para esas épocas aciagas (terrorismo) requeríamos de un varón, un hombre, un líder con cojones, al menos con voz de macho. Recio y fuerte como lo invocaba siempre Santa Teresa a las suyas en sus claustros: Fortaleza y reciedumbre. Poco importaba sus gustos y preferencias en las sábanas, eso no era problema. Nadie va a gobernar con el culo: lo dijo, el maestro Gardeazábal cuando algún intrépido lo acuso de marica, al brillante escritor.

Pero no, nos toco un timorato y cobarde a la hora de tomar decisiones. Pablo Escobar hizo de el un trapero. Gaviria, fue permisivo, alcahueta: El terrorista, sicario, matón se dio el lujo de escoger el terreno donde se construiría su cárcel hotel, él decía quien entraba y quien salía de su mansión. El gobierno no tenía control ni jurisdicción sobre este territorio, sin duda esto era una república independiente.

Ante la mirada impávida del Presidente, “El Patrón” ejercía su poder feudal, como cualquier monarquía absoluta: Cobrando tributos, impuestos a sus compinches delincuentes. Implantó tribunales sumariales, de rendición de cuentas. Su agenda estaba copada por políticos, curas (Cuartas, Lopera, Betancur), empresarios que se excitaban por tenerlo de mecenas. Vírgenes que mojaban sus encantos con sólo saber que estarían en sus brazos, cultura que aún persiste en nuestro medio. Ese fue el legado que nos dejó este cretino, hijo de mala madre, de mal vientre. ” La cultura Prepago”

El capo Interpretaba a plenitud aquella frase célebre de Luís XIV: « L’État, c’est moi » (El estado soy yo). Su Catedral se adornaba con cuadros de Dalí, Botero, Chagall, Picasso, Miró. Sin quererlo hizo de su prisión un castillo con pretensiones de ser el de Versalles. El maestro botero, protestó, al día siguiente empacó sus maletas y se fue del país, antes que lo mandara a matar. Y sin duda que todos estábamos presos del miedo, humillados a la merced de este engendro del mal.

Malaya suerte la que vivimos, caer en manos de un presidente que lo único que sabía decir, a punta de muletillas era: Ciertamente … Ciertamente …. Ciertamente. Lo de el eran los adverbios, igualito al otro bandido de Turbay Ayala (1978 – 1982) que solo sabía decir: Evidentemente …. Evidentemente …

Claro hay que ser honesto, Turbay fue una animal político, su trapo rojo siempre estuvo en alto. Gaviria por el contrario, ni eso supo hacer, fue el sepulturero de su propio partido liberal, lo llevo a su mínima expresión.

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