¿De quién es la culpa?

¿De quién es la culpa?
¿De quién es la Culpa?
Autor: Efrain Lesmes Castro

Aprendizaje a traves de la experiencia

Los temas relatados a continuación han aparecido como elementos de apoyo a las conversaciones sostenidas y como ayuda para el proceso de cambio.

Los efectos producidos, junto con las respuestas de las personas, han permitido la acumulación de experiencias útiles para nuestro proceso personal, encontrando, al transcurrir del tiempo, una mejor forma de vida, una mejor salud física y mental y una vivencia espiritual de calma, equilibrio y paz.

Al compartirlos, se espera que puedan servir a otros seres, como a nosotros mismos nos han servido, y esto contribuya como ayuda para un mundo mejor.

La palabra es creación

Siento algo de dolor cuando una persona me expresa su identificación con la enfermedad. Hay enfermedades del ser y del estar. Y son muy distintas. Una cosa es ser alguien; otra cosa muy distinta es tener algo.

La desorientación aparece cuando alguien a quien se acude, con base en su autoridad, hace la sentencia: usted ES diabético, usted ES hipertenso, usted ES asmático, usted ES cualquier enfermedad. Y cuando la persona expone SER una enfermedad, inmediatamente le sugiero: El hombre ES un ser de LUZ en proceso de trascendencia, en el camino de retorno al Padre.

La persona posiblemente tenga la presión elevada, o tenga sus títulos de azúcar en la sangre elevados, o tenga un trastorno respiratorio definido como asma; pero de ahí a SER una enfermedad, dista mucho. Un hombre no deja de ser hombre si se le extirpa la próstata o pierde los testículos; una mujer no deja de ser mujer por las mutilaciones causadas de ovarios, útero, anexos, senos… siguen siendo hombre y mujer.

Y el problema no es solamente de semántica. Nos han hecho a imagen y semejanza de Dios y, según el evangelista San Juan –1:3–, “Todo fue creado por la palabra”. Y si somos semejanza, también nosotros podemos crear con ella. Además nos advierten del uso de la palabra pues en Proverbios –13:3– dice: “Quien vigila su boca, guarda su vida. Quien abre sus labios busca su ruina”.

La sentencia del Maestro Jesús es muy clara: “No lo que entra en la boca contamina al hombre; lo salido de la boca, esto contamina al hombre”. –Mateo 5:11–. Y luego nos advierte: “De toda palabra ociosa se dará cuenta” –Mateo 12:36–.

En los talleres de crecimiento, se emplean frases de automotivación que se repiten de forma permanente por los practicantes. Y así, repitiendo día a día un estímulo positivo, terminan por lograr lo que decretan; de la misma forma, si alguien se está repitiendo continuamente: “soy hipertenso”, por ejemplo, va a perpetuar la condición.

Muchas veces el paciente no responde al tratamiento sugerido por su médico, así éste satisfaga exactamente sus necesidades. Al buscar el motivo, se encuentra la existencia de un bloqueo el cual generalmente corresponde a su forma de pensar. Hay tantos condicionantes en la mente que al final terminan por imponerse.

Así, como ya se sugirió atrás, debemos estar vigilantes de cada palabra pronunciada, pues ella puede estar contaminándonos e impidiendo que las cosas sean como deben ser.

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