¿De quién es la culpa?
¿De quién es la Culpa?
Autor: Efrain Lesmes Castro
Pequeñas acciones, grandes cambios
A veces distorsionamos la realidad por muchas razones. La más importante es la desinformación y el pánico inculcado en nuestra crianza. Una de sus consecuencias se da cuando vemos enrarecido el panorama, hacia adelante, lo cual implica nuestro desánimo incluso antes de empezar cualquier empresa, por considerarla inalcanzable.
Frecuentemente se nos pide mejorar –indica que no cumplimos con los estándares de referencia–; se nos sugiere esforzarnos por alcanzar la meta –nos está diciendo lo difícil de una empresa– y se considera el triunfo como cosa de titanes –como si no fuera algo enmarcado dentro de las posibilidades del ser humano–.
Por otro lado, a todo lo que nos exige un esfuerzo por encima de nuestras capacidades para lograrlo, se le califica como difícil, así ese supuesto esfuerzo exagerado no sea real.
Pero, todo aquello señalado con ese calificativo, se está haciendo; hay personas haciéndolo y, en la mayoría de las veces, con una facilidad impresionante.
Nos convencemos de ello cuando nos medimos con nuestros grandes héroes; y así, queremos conducir como Montoya, repetir hazañas como Patarroyo o Llinás, cantar como Pavaroti, tocar guitarra como Segovia. Ellos también partieron de cero aunque ahora no nos parezca así; ellos no nacieron aprendidos; ellos seguramente también llegaron a considerar como difícil la actividad en la cual ahora son maestros.
Debemos observar varias cosas: Primero, nosotros dedicamos unos cuantos minutos del día al hobby mientras ellos dedican su vida a su profesión –no es lo mismo–; nosotros renunciamos fácilmente a mantener la actividad de entrenamiento ante la primera necesidad de tiempo extra, mientras ellos tienen su actividad como primera prioridad; para nosotros eso nos representa una forma de gastar el tiempo mientras para ellos constituye su forma de vivir la vida.
Debemos darnos cuenta del adelanto logrado por muchos, para nuestro beneficio. Los primeros artesanos se demoraron largo tiempo en hacer la primera guitarra y pasaron unos cuantos años perfeccionándola. Nosotros podemos ir al almacén y comprarla en un instante, de la calidad que se desee.
Los primeros artistas seguramente pasaron mucho tiempo antes de dar armonía a la guitarra y poder definir un método para interpretarla; hoy, en una academia, podemos aprender en poco tiempo su interpretación. Así, podemos traer muchos ejemplos.
Volviendo atrás, nos han vendido la idea –y nos la hemos tragado entera– acerca de nuestros problemas, los cuales, nos dicen, deben ser resueltos solamente por un profesional. En eso estamos, en parte, de acuerdo, si se trata de resolver una enfermedad; pero si se trata de la salud, no.
La salud es una responsabilidad nuestra; y cuando nos enfermamos, es porque no hemos podido mantenerla. Somos los protagonistas de nuestra enfermedad y debemos ser los protagonistas en la recuperación de la salud. Y es fácil lograrlo; solamente debemos convencernos de su posibilidad, y luego, hacer lo necesario: Solo unos cuantos cambios.
Observemos cómo cambia de rumbo un trasatlántico de muchas toneladas de peso o un avión gigante: Basta el movimiento de una pequeña aleta y ya está. Lo mismo ocurre cuando un conductor quiere detener un equipo pesado que está conduciendo; con solo hacer una presión leve a una palanca de comando el vehículo se detendrá.
Para cambiar el rumbo a nuestra vida, debemos definir hacia dónde queremos ir y luego hacer la acción necesaria. Se dirá entonces: el trasatlántico, el avión y el equipo tienen los elementos adecuados y el mecanismo necesario para poderles dirigir. A nosotros, como ya se dijo, la Creación también nos ha dotado de todo lo necesario para reorientar nuestro rumbo.
Sólo debemos observarnos, revaluar nuestras acciones y proceder, olvidándonos un poco de la información contradictoria recibida y del miedo inculcado hacia lo desconocido.
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