¿De quién es la culpa?

¿De quién es la culpa?
¿De quién es la Culpa?
Autor: Efrain Lesmes Castro

¿Dónde está el problema?

Una dificultad interpuesta para solucionar cualquier condición de alteración de la salud es quedarnos en lo meramente evidente. La verdad, tiene mucha fuerza y contra eso es muy difícil actuar.

Cuando existen goteras en una casa, es posible no detectarlas al principio; su presencia se manifiesta a través de los daños causados. La alfombra, por ejemplo, se humedece, el piso se mancha y el ambiente se llena de mal olor. Es evidente que esto proceda de la alfombra: La alfombra está mal.

Aparecen los especialistas para cada situación detectada y de acuerdo a su experiencia, dan la recomendación más adecuada: la forma de secar la alfombra, cómo se desmancha el piso y cómo se cambia el aroma del ambiente. Habrá quien opine cómo evitar que la alfombra se moje.

Pero, como es lógico, la alfombra volverá a humedecerse cuando vuelva a llover; el piso, con el tiempo, volverá a tener de nuevo la mancha y en el ambiente reaparecerá el olor característico. Podrá concluirse y optarse por el cambio de la alfombra porque si ella no se humedece, el piso no se mancha y el ambiente no cambia.

La nueva alfombra, al cabo de unas cuantas lluvias, volverá a presentar las mismas condiciones de la alfombra vieja. Y todos entendemos que la solución definitiva se logra con el arreglo de la gotera; así desaparecerán todas sus manifestaciones.

Todo ésto por verse tan lógico, hasta el mismo planteamiento del problema (conociendo la causa), puede resultar ridículo; pero ésto lo vemos en la vida diaria y algunos ejemplos nos lo pueden ilustrar: Si el señor –o la señora– eructa después de comer pepino, se recomienda no volver a comerlo; si el niño tose cuando come un helado, se recomienda no comerlos más. Equivale a ordenar: No vuelva a llover para evitar el humedecimiento de la alfombra. ¡Fácil!

Cuando se trata de la salud, lo evidente puede llevarnos a errar. Por ejemplo, ante la existencia de molestias gástricas, se ordenará una endoscopia la cual puede revelar la existencia de una úlcera y para ella se indicará la medicación adecuada, cediendo la afección; pero más tarde, volverá a aparecer. Se repite el proceso una vez se manifieste la úlcera y así se permanecerá todo el tiempo, mientras no se descubra el origen de la misma en la forma de vivir la vida, por ejemplo.

El estómago hará el papel de la alfombra, lugar donde se manifiesta el desajuste de la persona, y éste hace el papel de la gotera. Puede llegarse hasta el cambio –si se pudiera– del estómago, pero volverá a afectarse si no se hacen los cambios de vida necesarios.

Todo se complica cuando la persona con la afección se contagia de las evidencias y comienza a evitar cosas. Por esto, hay muchas personas con una vida llena de privaciones de todo orden: alimentos, fármacos, ambientes, telas, fibras, etc.

Todas las supresiones ayudarán a evitar las crisis, pero ellas no van a solucionar los problemas. Las goteras no se tapan si deja de llover; ellas van a permanecer donde están, como están.

La sugerencia es buscar la cosa física desencadenante de la reacción (lo cual es válido pero no suficiente), y a la vez buscar la condición emocional o la circunstancia que altera su sentir con el fin de hacer los cambios necesarios.

Vale la pena recordar que el organismo siempre está reaccionando a toda información recibida y, él tiene en cuenta los estados de ánimo del sujeto. La forma de ayudarse el paciente es identificando todo lo concomitante con la crisis.

“Cada parte y cada órgano del cuerpo corresponde a determinada zona psíquica, una emoción y una problemática determinada”,21 nos dicen unos famosos autores.

No negamos la acción de los desencadenantes; hay muchas cosas capaces de hacer manifiesta una afección; pero el suprimirlos no resuelve la afección en sí. Se deben relacionar todas las circunstancias bajo las cuales aparecen los síntomas e informar al terapeuta. Si no presta atención, estará haciendo sólo una supresión del síntoma, pero no tratando la enfermedad.

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