¿De quién es la culpa?

¿De quién es la culpa?
¿De quién es la Culpa?
Autor: Efrain Lesmes Castro

Otros detalles

¿Mala memoria?

Maltratar la MEMORIA por no recordar un detalle en un momento dado se nos ha vuelto costumbre.

Si nos detenemos un instante en el asunto, cuando la persona finalmente recuerda el detalle, lo hace a la perfección, con todos los elementos. Puede tomar un tiempo más largo o más corto, pero seguramente no hay equivocación en la información: en la memoria estaba el dato correctamente grabado.

Es como cuando uno está leyendo un libro, usado, además, como consulta. Por un tiempo va a precisar el número de la página, el número de párrafo con la información y hasta la línea donde está escrita. Pero si se archiva el libro, con el tiempo se va perdiendo la habilidad para recuperar la información y sin duda, cuando se vuelva a encontrar, va a estar tal y como la leyó la última vez. Igual ocurre con la memoria: los datos están ahí, pero vamos perdiendo la habilidad para encontrar la información requerida.

Cuando a diario nos repetimos: “tengo mala memoria”, vamos a terminar por creérnoslo y acabaremos con imposibilidad para recuperar los archivos grabados a la perfección.

Si nos damos cuenta, diariamente hacemos muchas cosas perfectas: recordamos nuestro nombre y apellidos, usamos la llave correcta para entrar a la casa, marcamos a la perfección el número telefónico para comunicarnos con quien queremos hacerlo, la camisa nos la ponemos donde corresponde, la cuchara la llevamos a la boca, etc., y todo ello porque los datos para hacerlo, están perfectamente almacenados en nuestra excelente memoria.

El Enojo

Algo muy común en nuestro medio es el ENOJO de las personas. Y todos tenemos razones de sobra para justificarlo. Algunos han logrado controlar la expresión de su incomodidad y muy difícilmente muestran su alteración.

A la pregunta: ¿qué es mejor, si no manifestarlo o dejarlo salir?, las opiniones están divididas. Quienes optan por expresarlo, ven en esta actitud una forma de sacar el veneno; quienes opinan lo contrario, el mantener la calma les ayuda a hacerse menos daño.

En nuestra opinión, el daño no se causa por lo que se haga después; el daño lo causa el hecho mismo de enojarnos. La alteración de la emoción produce un desequilibrio interno que más tarde se manifestará como enfermedad. Lo importante es buscar cuál es el motivo profundo de la alteración y hacer lo pertinente para corregirlo, sacando el mejor provecho de ella.

Lo asimilamos al hecho de encender un fósforo. Una vez iniciada la ignición, no hay como detenerla. Y podemos quemarnos o quemar a otro u otros. Pero también podemos utilizarlo para hacer algo útil: encender el fuego del hogar, preparar la comida, iluminar un cuarto oscuro, etc.

El hecho de enojarse ya significa quemar una cantidad de energía la cual pudo haberse utilizado en otras cosas. Ahora, si ya se produjo, trate de buscar el posible beneficio encerrado en esa alteración. En la gran economía del Universo nada se desperdicia y todo puede ser útil. “Nada se destruye, todo se transforma”.

Todos nos vamos a morir.

Finalmente, encontramos muchas personas viviendo en la desesperación porque algún familiar o alguna persona con una significación especial en su vida, falleció hace un tiempo. Se guarda mucho complejo de culpa porque “pude haber yo hecho más por ti”, como dice la canción.

Todos nos vamos a morir, para hacerlo lo único necesario es estar vivos; no influye para nada la edad, ni la condición de salud, ni la importancia alcanzada en la vida, ni los compromisos adquiridos, ni todo lo imaginable. Tampoco tiene influencia la forma como se llega a la muerte.

Aunque se considere un poco atrevido, a Jesucristo tal vez lo crucificaron joven; pero en el Plan del SEÑOR estaba decidido así. No sabemos si son válidos los argumentos exhibidos para juzgar si determinada forma de morir (por ejemplo asesinatos), no corresponde también al Plan Universal.

Para hacerles entrar un poco en razón, preguntamos a las personas involucradas en esa condición, si ellas saben si algún día van a morir, a lo cual responden afirmativamente; y están de acuerdo sobre lo ineludible de pasar por la misma experiencia. Además están de acuerdo en algo: “cuando llegue el momento, no nos vamos a morir con el propósito de incomodar”.

Y lo mismo se concluye de las personas que han fallecido: Murieron obedeciendo al Plan Universal y como paso ineludible en el proceso de trascendencia. Ellos, tampoco tuvieron el propósito de morir para incomodar a los demás.

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