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“¿Y por qué no?
En Norte de Santander, y con mayor razón en Catatumbo, no queremos ni oír más tiros ni saber de llantos.
En 1964, en Marquetalia, la vereda más grande de Planadas, sur del Tolima, 48 campesinos sobrevivieron a los bombardeos del Estado, que pretendía liquidar una serie de reductos rurales que el Gobierno denominó repúblicas independientes.
Los sobrevivientes recibieron un trato despectivo, burlón, muy lógico de un Gobierno altanero e imprevisivo que no vio más allá de la bogotana carrera séptima, y en vez de desarrollar la economía de la zona, la llenó de soldados y de guerra.
De esos campesinos nacieron las Farc. De esa vereda perdida se diseminó el virus de la guerra que, pese a los acuerdos con unos y a los diálogos con otros, aún no termina, porque otros más aún persisten en ella. Dicen que son unos 100 y los llaman Los Pelusos, en concordancia con la costumbre militar de pretender derrotar al enemigo poniéndole apodos.
Hasta hace pocos meses, a los de Marquetalia aún los llamaban chusmeros, bandoleros, bandidos, narcoterroristas. Y, sin embargo, el Gobierno no solo accedió a dialogar con ellos de paz sino que tomó la iniciativa de convocarlos. Es historia…
Los guerrilleros del Eln también pasaron por esa larga letanía de motes, y hoy, frente al Gobierno, son la otra parte de la mesa de diálogo de paz en Ecuador. A unos y a otros los vincularon con el gran tráfico de cocaína, y antes, al secuestro, la extorsión y el abigeato como fuentes comprobadas de su sistema de financiación.
Esta vez, el EPL, que nació en Antioquia en 1967 como guerrilla maoísta y se radicalizó en 1975 —a raíz de un gran cisma dentro del marxismo chino—, para abrazar la fe albanista de Enver Hoxha, diezmado y arrinconado como parece estar, ha expresado su deseo de hablar de paz con el Gobierno.
Ellos, al menos su famoso excomandante Víctor Ramón ‘Megateo’ Navarro, niegan su actividad coquera en una región donde la coca es una especie de panacea financiera y económica. Desde luego, ni ellos mismos se lo creen. Como tampoco se lo creían las Farc y el Eln cuando lo negaban.
Visto así, es válido preguntar ¿por qué no dialogar también de paz con esta guerrilla, considerada por las autoridades como una simple banda criminal? Algo se debe aprender de la historia, y la de Marquetalia y los 48 sobrevivientes no está tan alejada ni en el tiempo ni en el espacio: fue hace 53 años, en el Tolima, y solo por el prurito de imponer la fuerza del Estado a toda costa, el país se retrasó por razón de la hecatombe desatada.
No prevemos que el Epl lleve a Colombia otra vez a la guerra desde nuestra tierra, pero ¿por qué no neutralizar toda posibilidad y aceptar su oferta de sentarse, como los otros, a hablar de paz en vez de seguir matando policías y cocaleros? Al fin y al cabo, han sido como los otros, salvo por diferencias de pensamiento político.
Quizás el Gobierno lo ignore —porque para el centralismo Colombia termina en la calle 170 con autopista norte—, pero en Norte de Santander, y con mayor razón en Catatumbo, no queremos ni oír más tiros ni saber de llantos o de sangre derramada en una guerra que nosotros no declaramos.
Así que ¿por qué no?”
Fuente:
http://www.laopinion.com.co/editorial/y-por-que-no-130662