El descalzo y el mutilado

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Publicado en AutoAyuda

Recostado a un tronco,
cruzado de manos lamentaba un pobre no tener zapatos.
Largo era el camino y estaba pensando cómo
y a qué piedra daría otro paso,
cuando un tronco vivo, que andaba arrastrándose,
pusósele en frente pidiéndole un cuarto.
Contóle el primero su mísero caso,
y el otro le dijo: “¡Qué ! ¿Por eso hay llanto?
Tú no tienes botas para andar calzado,
mas yo ni pies tengo con qué andar descalzo;
y así cual me miras me alivio
pensando que debe haber muchos aún más embromados”.
Estas palabritas confortáronle algo,
y siguió con ellas como con zapatos.
 

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