NOTA: Es sabido que se muestra el Metro como imprescindible dentro del transporte multimodal para solucionar el probrema (?) de que hay que mover la gente de un lado para otro y volverla a poner en el puesto todos los dìas.
Pero hay sin fin de opiniones y estas cuando se tiene la sartèn por el mango diferen segùn el interès de cada quien, no importa las propuestas como aquella de que una vez se presentò una en que no tenìa que poner nada de plata la naciòn o el Distrito pero que se rechazò, aunado que es màs fàcil echar para atràs lo que el anterior mandatario adelantò con iras de què sabe que interès, tenemos un punto de vista màs de un artìculo publicado en EL TIEMPO, en donde se alerta sobre “si se tiene sed no neceariamente un litro de citromel es elo màs apropiado”, en otras palabras, SIEMPRE HAY UNA MANERA MEJOR DE HACER LAS COSAS.
“No hay que meter las patas
Hay que acabar con esa obsesión enfermiza para que Bogotá tenga metro.
Por: Gabriel Silva Luján
Bogotá tiene una cobertura bastante decorosa de los servicios públicos esenciales. Sin llegar a afirmar que la capital es un paraíso, los bogotanos tienen una situación asimilable a la de un país desarrollado de ingreso medio. Como todas las ciudades del mundo –desde Sevilla hasta Nueva York, como dice la canción de Bacilos–, tiene los desafíos típicos asociados con la modernidad urbana, tales como la movilidad.
Sin embargo, el compromiso del actual alcalde con el metro es como un viaje al pasado. Ese medio de transporte urbano fue una solución diseñada a mediados del siglo XIX y durante los comienzos del siglo XX. Las ciudades que lo adoptaron estaban a la vanguardia. Hoy, no.
Los nuevos conceptos de la movilidad urbana son tan transformadores que mejoran integralmente la calidad de vida de los ciudadanos. No solo por la reducción en la duración de los desplazamientos, sino por sus efectos sobre la contaminación de todo tipo, la salud y la seguridad colectiva. Peñalosa debería tener la misma audacia que demostró en su primera alcaldía.
Hay que acabar con esa obsesión enfermiza para que Bogotá tenga metro. Es innecesario, impagable, insostenible y, ante todo, una solución arcaica. Para que nos hagamos una idea, basta citar que, en todo el mundo, solo el 16 por ciento de los desplazamientos urbanos se hacen vía transporte público y aproximadamente el 55, por medios no motorizados, es decir, con las patas.
Hay que meter las patas para salir adelante en materia de movilidad urbana. En vez de un metro elevado, es mejor y más barato hacer una ciclovía permanente elevada que también contenga senderos peatonales de verdad y zonas verdes. Sería bueno que Peñalosa se diera una caminadita por el parque y sendero peatonal de Highline, en Nueva York, para que vea que sí es posible. Qué tal si en vez de un carril de TransMilenio por la 7.ª hacemos un carril para la vida como el que hizo el alcalde Peñalosa por la carrera 11, que desafortunadamente no es más que un saludo a la bandera.
Una ruta exclusiva –elevada y a superficie– para motocicletas reduciría la accidentalidad y mejoraría dramáticamente el tráfico. El conflicto entre el motociclista y el conductor es innato e irresoluble, como consecuencia de la filosofía actual de que ambos tipos de vehículos pueden compartir el mismo espacio vial. Se trata de ahorrar tiempo, pero también de hacer menos riesgosa y mortificante la experiencia del desplazamiento.
París tiene transporte público eléctrico. Cada uno coge un carro, y se paga por el trayecto y lo deposita en una estación. Igual ocurre con el sistema de bicicletas públicas en esa ciudad. En Copenhague hay más bicicletas que habitantes. Solo un tercio de los hogares en esa ciudad poseen un carro.
En Asia no se están ensayando metros elevados –como el que quiere Peñalosa–, sino sistemas de buses de altura que andan por la misma vía convencional, pero se desplazan por encima de los otros vehículos apoyados en las aceras existentes. Están diseñando sistemas de transporte en los que el carro se ancla y una especie de banda transportadora subterránea lo desplaza a su lugar de destino; también hay diseños de módulos que se desplazan succionados por sistemas neumáticos, carros que se manejan solos, cargadores para vehículos eléctricos que funcionan con solo parquear encima… En fin, de todo. La decisión de hacer un metro para Bogotá es, de verdad, meter las patas. Vamos a quedar embarazados y, como le pasó al personaje de la película ‘Benjamin Button’, va a nacer anciano.
Dictum. Los gringos son buenos amigos. Y, como las verdaderas amistades, uno los acepta como son. Con sus defectos y virtudes.
GABRIEL SILVA LUJÁN”
http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/gabriel-silva-lujan/no-hay-que-meter-las-patas-131778