La edad no enferma

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Publicado en Feng Shui, Remedios Caseros, Salud

Un concepto escuchado con frecuencia se refiera a la enfermedad surgida como consecuencia de la EDAD. Ade­más, hay muchos laboratorios farmacéuticos pronosticando la presentación de equis o  problema de salud, después de cierta edad, si no se consumen sus productos.

Sería un buen argumento, lo anterior, para negar la enfer­medad en los niños porque ellos todavía no tienen edad.

Ciertamente la enfermedad obedece a una causa y el hecho de no descubrirla, no nos autoriza para negar su exis­tencia. En la MTCh se explica claramente que las enfer­medades aparecidas en cualquier época de la vida, tienen un origen muy definido, el cual generalmente, está relacionado con las actitudes y con los errores cometidos; la edad, como tal, no cuenta.

Veamos un ejercicio sencillo: Para la MTCh, el ciclo de la mujer es de 7 años en cada Reino mutante y de 8 años para el hombre. Y el orden de secuencia (señalamos algunos de sus principales aspectos), es: Agua (sistema genital, cabe­llo, oído), Madera (visión, tendones), Fuego (alegría, vasos sanguíneos, corazón), Tierra (sangre, músculos), y Metal (piel, calma).

El hombre, por lo general, a la edad de 16 años, cuando recién se ha completado el desarrollo sexual, entra al Reino mutante de la alegría y se desenfrena en el licor y el abuso de la sexualidad, maltratando con esto al Reino mutante del Agua (sexo) y de la Madera (hígado, visión), debilitando de paso al mismo Fuego (corazón, circulación).

La consecuencia del debilitamiento del agua implica un aumento de actividad de la Tierra (bazo), y pueden aparecer procesos de obesidad y aumento de la glicemia. Por otro la­do, el debilitamiento del Fuego hace crecer al Metal, apare­ciendo estrés.

Demos por hecho la ausencia de otros abusos. A los 40 años el hombre vuelve otra vez al Reino mutante del Agua, la cual ya se había debilitado y ahora cuando debe asumir la economía energética de todo el organismo, el gasto es ma­yor. Se presentan entonces problemas de eyaculación pre­coz, impotencia, crecimiento de la próstata, caída del cabello y algo de pérdida de la audición, lo cual se atribuye al hecho de ser ahora un cuarentón.

Ocho años más tarde, vuelve a la Madera y se atribuye a la edad la necesidad de usar gafas (la Madera -que maneja la visión-ya estaba debilitada). Luego, a los 56 años, vuelve a entrar a la edad del Fuego (debilitado en el período de los 16 a los 24 años), y aparecen trastornos de arteriosclerosis, Alzheimer y otras molestias consideradas como problemas indiscutibles de la edad.

¿Hemos estado atentos? No fue la edad la causante de las molestias, los síntomas y las enfermedades manifesta­das en las distintas épocas (y sólo hemos hecho una aproxi­mación del panorama total). La razón de ese desajuste fue la agresión causada a los distintos Reinos mutantes -léase órganos y vísceras- en un momento cuando la energía es­taba en crecimiento, lo cual no permitió ver de inmediato los efectos de los abusos.

En las mujeres también podemos hacer un análisis si­milar sobre los trastornos presentados en algunas épocas, y notar su relación con los abusos a su energía en una época anterior.

Queda una pregunta, y es si se puede hacer algo para re­parar los daños causados y recuperar la energía perdida. En cuanto a los daños causados, se puede reorganizar la ener­gía y minimizar los efectos; pero el quantum de energía glo­bal en el hombre, se reduce; en la mujer no se altera.

La energía ancestral y la energía disponible para la vida -energía ying según la MTCh-, se almacenan en el Agua y cuando la gastamos, especialmente con el abuso del sexo (mal uso de la sexualidad), no se puede reponer.

Luego, de nuevo, no es la edad; nuestra ignorancia nos lleva a malgastar la energía disponible, principalmente, por el mal uso de la energía espiritual sensible.

La diferencia entre el gasto inadecuado de la energía (especialmente la energía espiritual sensible) y la diferen­ciación entre lo que sucede en el hombre y en la mujer, se re­fleja en las estadísticas que muestran una mayor longevidad en las mujeres que en los hombres.27 El hecho, al final, no será cuántos años se viven, si no la calidad de vida manteni­da durante todos ellos.

Efraín Lesmes Castro

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