Publicado en Adulto Mayor
Un día menos pensado, me apareció en la piel un roce rosado como si una araña me hubiera orinado. Repasé y antes no me había orinado animal alguno y menos se cómo es la meada de una araña.
Creyendo que era el resultado de la “marca de territorio” de un animal, mi mujer me acercó una pomada con base en metasona y me la eché.
Siguió avanzando la mancha y opté por ir por si las moscas a la Eps. Un médico me remitió a otra dirección en Cúcuta, donde una joven médico, en términos técnicos me confirmó lo que yo le había dicho al inicio de la consulta: “culebrilla”.
Esa expresión la conocí cuando pequeño porque la abuelamenta (sin ofender), la tenía como el enemigo a vencer de una manera no convencional. A uno se le quedó el temor sobre aquello que más de uno, colgó los guachos por no mandársela a rezar.
Cuando cumplí los “ticinco”, mejor dicho, 55, me dije que antes de los 60 me vacunaría para que no me diera. Lo cierto fué que no me acordé de hacerlo.
Por encimita, alcancé a averiguar que se trataba del virus de la varicela que se escondía en alguna parte de la columna y que cuando uno llegaba a viejo volvía a aparecer. Le repasé a la médico cuándo me preguntó qué enfermedades había contraído cuando pequeño: entre otras, sarampión, viruela, varicela, rubeola y tos ferina, ésta última por andar recogiendo sapitos en el callejón de Balvina en Cúcuta hace 57 años. Era muy callejero. La naturaleza me llamaba…Eso si, no ,até lagartijos porque no tenía puntería con la cauchera.
La joven médico me mando Aciclovir con determinada dosis que a un médico a quien considero excelente profesional y gran amigo, le pareció muy bajita y me la subió.
Cuando comenté lo de la culebrilla a mi mujer, de una vez ya me estaba buscando quién me recera.
Fuí a comer donde Miina, en el Barrio El Contento y allí me dijeron que justo más bajito había muerto meses atrás un señor porque no se la había rezado.
Fueron varias las personas de mi época, quienes me estiman y a quienes estimo mucho, que me estaban buscando quién me rezara “la culebrilla” sin saberlo yo.
Mi cuñada sabía que en San Luis había una señora que la rezaba y me dieron el teléfono de la cuñada de mi cuñada para que ella me condujera hasta la señora. Un hermano fué a mi casa y desde La Loma de Bolívar hasta cerca del Cementerio lo acompañe preguntando por don Bruno pero estaba indispuesto y por eso no me la pudo rezar. Otro hermano fué a López pero el que rezaba se había muerto en el mes anterior supongo que no fué a causa de la culebrilla.
Mis hijos me urgieron por el rezo, supongo que mi mujer les pintó la cosa del rezo como de extrema urgencia.
Mientras, Acita, me rezó la culebrilla. Ella había pasado por esas y como toda madre por experiencia y amor, sabe de todo.
Mi hermwano, por su lado, insistió que la culebrilla la debía de rezar un hombre porque “la mujer debe rezar la de la mujer y el hombre debe rezar la de hombre”, para que sea efectivo. Entonces, consiguió que me la rezara un señor de edad. Debí llevar en un frasco un poco de yebamora machacada en aguardiente para que la bendijera y me la aplicara. Fueron tres rezos y ya Acita llevaba como 10, mejor dicho, fuego de artillería completa.
Me encontré con Guillermo, un maestro u oficial de construcción de las antiquísmas Escuelas Industriales por correspondencia a quien nunca alguien le hicieron algún reclamo y como ateo que se dice me dijo que a él le había “pegado” cuando joven y que había probado remedios recetados y rezos y que nada le había hecho efecto pero que lo que si le resultó efectivo fue el haberse bañado con yerbabuena. Jorge, un compañero de estudio de primaria se ofreció a conseguirme la sangre de drago, una yerba también muy recomendada para estos casos.
Me di cuenta que todo el mundo coincidía en que tenía que pararle bolas a la culebrilla unos porque “si se unían los dos extremos la persona se moría”, cosa que el Sr. Google se encargó de desmentir en cuanto a que pudieran llegar a unir. Pero esa no era razón para no estar alerta. Me preocupaba en realidad lo que los galenos me habían respondido cuando les pregunté sobre lo que podía pasar si la culebrilla no se pudiera detener.
No sabía desde cuándo había parecido porque sólo le pare bolas cuando sentía una quemazón en la piel y la mancha roja había crecido. Como me aparació cerca del cuello y siguió rápidamente su camino de jeroglificos en letras que cambiaban como aviso de meón siendo hoy una j y una c y a la mañana siguiente mañana, otras diferentes hasta que me alcanzó a llegar al oído, me acordé que era posible que tuviera riesgos allí y también hasta una meningitis si hay descuido.
Afortunadamente fuí juicioso con la medicina recetada por los galenos a quienes no me atreví a comentarles lo que estaba haciendo por otro lado, al reforzar con los rezos y baño de yerbabuena (los elementales también ayudan me dije). Hasta aprendí a rezar la culebrilla gracias al señor Google.
Hoy, diez días después de absoluto reposo como me lo recomendaron los médicos, buscaré cómo aumentar mis defensas, doy gracias a Diosito lindo, a mi familia y a mis amigos. Dios los bendiga y ojalá que esto le sirva de algo a alguien para que no deje para después…
P.D.
El absoluto reposo fue viendo TV y trabajando con el PC temprano en la mañana (más Tv que Pc).
Hay qué creer en lo del rezo ,,,, obvio no demerito a los médicos pero, vea el lado amable: aprendiste ,,, a rezarla y adquirió , más conocimiento,,da gusto saber que se recuperó ,,,, Toneladas de Bendiciones