Peligros ambientales, desigualdad económica y polarización social son los principales riesgos que el mundo deberá afrontar en los próximos diez años. Así lo confirma el último Informe de Riesgos Globales 2017 del Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) en el que se muestra la complejidad tanto de estos problemas como de las posibles soluciones.
Los diferentes riesgos sociales, económicos, ambientales y políticos crecen en la manera en la que se relacionan, la incidencia simultánea de riesgos aparentemente dispares apunta a una posible crisis del sistema, donde cualquiera de estos riesgos atacará siempre a los eslabones más débiles (comunidades más pobres, zonas de estrés hídrico, etc.). Las soluciones a los problemas venideros deben ser transversales, que ataquen al conjunto de causas, en un mundo en el que hay muchas iniciativas, más que nunca, pero éstas siguen sin ser suficientes. Los vínculos entre la desigual distribución de la renta, la vulnerabilidad ante las catástrofes climáticas y la inestabilidad social enfatizan la exigencia de orientar las políticas económicas hacia una mayor protección de los más débiles.
Los peligros medioambientales dominan los riesgos globales
Desde el 2007, el WEF analiza los riesgos económicos, ambientales, geopolíticos, sociales y tecnológicos. Este año, el informe alerta principalmente de la relación de los riesgos ambientales con otros sociales, económicos y geopolíticos que derivan, por ejemplo, en migraciones involuntarias. A continuación, se señalan aquellos riesgos ambientales que tendrán un impacto negativo en los próximos 10 años:
- Episodios meteorológicos extremos.
- Fracaso en las medidas de mitigación o adaptación al calentamiento global.
- Graves catástrofes naturales.
- Pérdida de biodiversidad y colapso de ecosistemas.
- Catástrofes ambientales producidas por el hombre.
En 2016 ha habido grandes avances respecto a la protección medioambiental. El 4 de noviembre entró en vigor el Acuerdo de París, una senda clara de reducción de emisiones apoyada también por los países más contaminantes como EE. UU. o China. Otro hito destacado ha sido la inclusión de los hidrofluorocarbonos en el Protocolo de Montreal. Por otro lado, en 2020 se establecerá el techo de emisiones para las compañías aéreas en los vuelos internacionales (industria responsable de alrededor de un 2 % de las emisiones mundiales de CO₂). Según señala el informe de Riesgos del WEF, este impulso colectivo en la lucha contra el calentamiento global se puede ver mermado, pero no anulado, por los recientes cambios en el escenario político de Europa y EE.UU..
Mientras tanto, la realidad sigue otro ritmo más acelerado y amargo. Los fenómenos meteorológicos extremos emergen como principal amenaza donde, sólo en 2015, mil millones de personas se vieron afectadas por desastres naturales, en 2016 batimos el récord de concentración de dióxido de carbono en la atmósfera y también de aumento de temperaturas; en otro aspecto, seguimos explotando los recursos naturales a un ritmo récord y desigual (el 20 % de la población consume el 80 % de los recursos naturales).
Preparación para un mundo en constante cambio
En este momento, el ciudadano medio no tiene más voz o voto en el desarrollo tecnológico que comprarse o no un iPhone. Sin embargo, esta revolución ya ha marcado nuestras vidas y, junto a las grandes oportunidades, los riesgos que representa la tecnología nos obligarán a “reconstruir las sociedades”, teniendo en cuenta que, según un estudio realizado por la Universidad de Oxford, en sólo 20 años alrededor de 700 profesiones serán reemplazadas por máquinas. Debemos afrontar el impacto del desarrollo tecnológico no sólo según el creciente número de comodidades que nos aporta, sino también desde el foco de los millones de personas cuyos trabajos se verán desfasados y amortizados en los próximos años.
En las sociedades avanzadas y en el interior de países menos desarrollados, vemos repetirse el fantasma del Objetivo 10 de los ODS: la necesidad de reducir la desigualdad dentro y entre los países. El reparto desigual de la riqueza nos enfrenta a un dilema que afectará el desarrollo de muchos países, ¿nos centramos en hacer la tarta más grande para unos pocos o en repartirla mejor?
Las amenazas medioambientales evidencian la urgencia de aplicar medidas de mitigación y adaptación. Con los actuales compromisos nacionales de reducción de emisiones (NDCs), avanzaríamos hacia un escenario donde el aumento de la temperatura sería de 2,7 ºC, por tanto es necesario asegurar una revisión ambiciosa de dichos compromisos para cumplir con el Acuerdo de París, de mantener la temperatura por debajo de los 2 ºC y, evitar que el calentamiento global escape a nuestro control y nos lleve a una situación de consecuencias imprevisibles tal como nos previene la comunidad científica en el quinto informe del IPCC.
El filósofo, recién fallecido, Zygmunt Bauman describía los tiempos actuales bajo la “teoría de la modernidad líquida”, formada por sociedades complejas en constante cambio, donde sus riesgos no pueden afrontarse con medidas milagrosas y simplistas, más propias de las improvisaciones populistas. Quizá una de las responsabilidades de las sociedades más desarrolladas sea la de comprender la complejidad e interrelación de estos problemas, y aportar no sólo recursos financieros sino las ayudas humanas y tecnológicas, imprescindibles para conseguir una cooperación global en torno a los mayores desafíos.
Fuentes: The Global Risk Report, WEF, NASA, ELPAÍS, ELMUNDO
http://www.sostenibilidad.com/riesgos-ambientales-futuro