Publicado en Correspondecia Recibida
Cuando un indígena es sustraído o reclutado muy joven para servidumbre física y mental de otros, extraños para él y a sus enseñanzas ancestrales, eso da que reflexionar sobre la sombra negra que daña la convivencia entre sus propios hermanos.
Hay que acabar con ese reclutamiento alienante de niños y jóvenes para la guerra que lleva hasta el punto que un hermano mata a los de su propia sangre y extermina lazos que están por encima de cualquier justificación o pretexto dialéctico o filosofía que sólo por el poder esta dispuesta a segar vidas humanas que pretenden falsamente reivindicar. Eso ya ha quedado al descubierto infinidad de veces. Eso es aceptar que no hay sincera voluntad de paz en los espíritus y corazones.
Pero este artículo no pretende apoyar para nada a los pretendidos u ocasionales señores del rencor y de la guerra, estén donde estén escondidos o no con piel de oveja o lobo.
Colombia está convencida que sólo la paz es el camino a seguir. Hay que desarmar ese espírítu guerrerista que apegado sólo ala búsqueda del poder del cañon que deslegitima cualquier buena intención puesta en letras de molde. La paz debe ser demostrada en la práctica, con hechos que hablen por quienes la buscan de verdad.