Publicado en Adicciones, Fábulas
Una mañana despertó un tanto sobresaltado por lo vívido del sueño que había tenido en la noche anterior. Sudoroso y jadeante, estuvo sentado en la cama largo rato tratando infructuosamente de encontrar un significado coherente, revelante o algo que le diera un poco de tranquilidad ya que se sintió muy perturbado, al fin y al cabo, solía repetir una y otras vez que él nunca soñaba.
Como se demoraba en bañarse e irse para el rebusque diario (no tenía un trabajo fijo aunque sí, excelentes habilidades), su esposa, ella le esperaba en el único cuarto de su vivienda, sentada también, desde hace rato frente a una mesita con una tasa de café negro y un pedazo de arepa de chócolo en la mano.
Prefirió entonces Ruperto, sentarse a desayunar antes de bañarse a la vez que le contaba el misterioso sueño a Concha, su mujer.
-Mija, dijo Ruperto, -soñé que había un 3 potreros: uno con pasto seco, otro con pasto verde y otro pelado. En cada potrero, había una vaca. En el pasto seco había una vaca joven aún pero, flaca, muy escuálida y muy triste. En el potrero con pasto verde, había una vaca que daba brincos de alegría, era muy alentada, estaba muy bien alimentada. En el pelado potrero, había una vaca con una venda en los ojos que no se podía o no quería arrancar, ¡qué sé yo! Lo cierto mija, es que me dejó muy impresionado e intrigado pues no recuerdo un sueño si es que lo he tenido, desde hace muchos años.
Aprovechando la oportunidad y algo que le salió desde muy adentro, Concha sentenciosa y cantalentosamente, le dijo.
- Mijo, ¿no será que ya es hora de que deje el vicio? Porque para mí, la vaca alentada es lo surte a usted cada vez que no puede con su ansiedad. La vaca flaca soy yo, y por último, el potrero seco es nuestro hogar y la venda en los ojos que lleva la tercera vaca, es el vicio que tienes y no te deja ir a ninguna parte…