¿De quién es la culpa?

¿De quién es la culpa?
¿De quién es la Culpa?
Autor: Efrain Lesmes Castro

1. Cómo somos

Todos llevamos dentro la misma esencia del Padre, con toda la perfección emanada de Él. No importa lo realizado con nuestra vida hasta ahora; todos hemos tenido la opción de hacer nuestro papel. Unos la habrán aprovechado en el tiempo justo para lograr sus metas; posiblemente para otros, el tiempo todavía no se haya dado; también es posible haber desperdiciado todas las oportunidades; pero, todos al nacer, teníamos la misma posibilidad.

Debemos aceptarnos como seres superiores. Como se dice popularmente, “nacimos con todas las instrucciones incluidas” para poder desarrollar nuestro plan de vida. Nuestras posibilidades no se agotan por el hecho de cometer errores o haber desatendido nuestras obligaciones. Todos tenemos, además, una misión por cumplir.

Hemos sido creados y hacemos parte de un Universo con armonía propia, avanzando según su soberana decisión; y no somos quienes para cambiar esas cosas. Como alguien decía, “no nos mandaron a cambiar el mundo; solamente nos encargaron la misión de amar”.

Debemos reconocer en todas las experiencias brindadas por la vida, una necesidad interna nuestra. La creación, en su Plan Infalible y Perfecto, no nos pondrá algo innecesario. Debemos aprender de todas esas experiencias la lección contenida; así, al final, habrá valido la pena vivir.

Cada situación vivida, cada persona con quien compartimos nuestro camino, cada ser allegado a nosotros, estará cumpliendo con el Plan Universal y debemos permitirnos cumplir –ellos y nosotros– con el propósito de la Creación. Las situaciones, las personas y todos los seres contactados, vienen a ayudarnos a cumplir con ese propósito; igualmente, nosotros también tenemos la opción de permitir en ellos la realización del propósito para el cual fueron creados.

No obstante que hacemos parte de un plan Universal y de tener nuestra vida un propósito definido, podemos darnos cuenta que a veces sentimos impulsos imposibles de contener; que hay reacciones involuntarias para las cuales no tenemos explicación; que hay aversiones particulares para las cuales no tenemos razones conscientes; que empleamos un lenguaje a través del cual ocultamos nuestros verdaderos sentimientos; que usamos términos y modismos sin sentido para nosotros, etc. Y todo ello puede apartarnos de ese plan Universal.

Se nos define como seres formados por cuerpo, menteemoción y espíritu; pero en la práctica, solamente entran en juego los dos primeros elementos y creemos ser autónomos y auténticos porque se supone el manejo de la mente y del cuerpo a nuestro antojo. Creemos tener el control de todo.

Sin embargo, un ejemplo sencillo nos puede servir para desvirtuar esa afirmación porque no es cierta. Siempre hemos creído hacer nuestra voluntad, ser de pensamiento libre y manejar nuestras situaciones emocionales. No nos damos cuenta de haber sido condicionados a pensar, a sentir y a reaccionar de una forma predecible.

Para no ir muy lejos, nos alegramos cuando nace un nuevo ser y nos entristecemos cuando alguien muere. Eso es aprendido. En algunas culturas, se ve la vida como una etapa de castigo donde se viene a sufrir y por eso, hay tristeza cuando una mujer da a luz; y a la muerte se le ve como un descanso y por eso, hay fiesta en los entierros.

Veámoslo en un ejemplo cotidiano analizando el hecho de tomar un taxi para ir a algún sitio: nos consideramos los dueños y los amos del carro y del conductor.

Tomamos el vehículo y damos la orden: lléveme a tal sitio. Y en la mayoría de las veces, eso se cumple. El conductor guía el vehículo y nos lleva. Pero a veces, el conductor dice a ese sitio no voy o nos lleva por donde él decida ir, no por donde nosotros deseamos pasar. A veces el conductor accede a llevarnos por donde nosotros queremos pasar, a la velocidad sugerida por nosotros, pero el vehículo no prende, o no frena, o se vara a la mitad del camino.

Algo similar ocurre en nosotros. Nuestro ser interior da la orden, pero nuestro ego decide otra cosa y finalmente el cuerpo responde como quiere. Por ejemplo: la voz de la conciencia sugiere a alguien no consumir más drogas, el ego opina lo bondadoso de dejar el vicio, pero el cuerpo se impone, las exige y termina por consumirlas.

A veces es el ego quien se opone. La voz interior dice: Es oportuno detener la fiesta; el cuerpo muestra su cansancio, pero el ego decide continuar. La parte interna no se equivoca; ella trae la información del DEBER ser; es auténtica.

De otro lado, podemos darnos cuenta de ello al observar que en la mayoría de las veces, las personas pensamos una cosa, decimos otra distinta y hacemos una muy diferente.

Eso también constituye un desequilibrio el cual es necesario retomarlo para volver a la salud. Porque la salud no se da; la salud se recupera. En otras palabras, podemos aspirar a obtener el bienestar inicial vivido alguna vez, pero no a tener una condición superior a la original; excepto, si se trata de reparar alguna deficiencia congénita.

Queda entonces por hacer el desaprender o desandar el camino recorrido lo cual implica el deber de hacer cambios profundos en nuestra vida. Pero no hay necesidad de cambiar todo. Podemos verlo en un ejemplo sencillo: un contrato de arriendo puede escribirse en veinte cuartillas y contener quince artículos. Si finalmente se opta por vender, en lugar de arrendar, en el contrato se deben cambiar sólo unas cuantas palabras. Igualmente, para ser otra persona, es posible lograrlo con cambiar unos cuantos conceptos lo cual nos llevaría a tomar otras actitudes.

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