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Publicado en Correspondecia Recibida, Sexo

La sociedad actual ha sido golpeada duramente por el exceso del factor sexual. Entre los muchos grupos sociales que se ven afectados, el más vulnerable ha sido el de la juventud.

Prueba de ello son los numerosos casos de embarazos precoces a nivel mundial. La tasa anual de embarazos de adolescentes entre 15 y 17 años en España ronda los 18.000 casos. La cuarta parte de los adolescentes españoles entre 15 y 17 años reconocen ser sexualmente activos. Cerca de 100.000 británicas menores de 20 años quedan embarazadas cada año. Como consecuencia lógica a estos embarazos se une también un alto porcentaje de abortos. La tasa de 2008 era de 19,6 abortos por cada 1.000 mujeres de entre 15 y 44 años.

Las causas que han permitido estos acontecimientos son varias. Es necesario analizar la raíz del problema. Los adolescentes desarrollan su vida en ambientes comunes: familia, escuela, entorno social. Las tres poseen una influencia notable, pero ninguna tanto como la familia. Es por ello que una falta de educación sexual a nivel familiar se convierte en una primera mala impresión.

Conviene preguntarse cuáles han sido las razones por las que no se ha dado una adecuada educación sexual dentro de la familia. Ante todo, destaca lo escabroso del tema, lo cual impide de cierta forma un diálogo abierto. Ante esto, el recurso que toman algunos matrimonios es confiar dicha educación a instituciones, y en otros casos a la experiencia de la vida. En ocasiones, dichas instituciones presentan el tema desde un punto de vista crítico, pero no faltan aquellas que lo hacen bajo una visión reduccionista y constructivista. Cabe recordar, como un botón de muestra, las palabras de Miren Larrazábal, presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología (FESS): “Es necesario que se base (la educación sexual) en conocimientos científicos, no en ideologías, moral o religión”.

Es natural que los padres no posean amplios conocimientos para dar una educación sexual adecuada. A pesar ello, los padres de familia son los que mejor conocen el momento y la forma para introducir a sus hijos en este mundo que se abre ante sus ojos. Es necesario recurrir a una visión equilibrada. Es decir, no reducir el acto sexual a una visión infantil (el relato de la cigüeña) pero tampoco al de una “falsa previsión” (uso píldoras, profilácticos, entre otros) lo cual es sinónimo de una falta de madurez y pérdida del sentido original de la unión sexual.

No hay mejor visión del acto sexual que aquella que respeta la dignidad de la persona, sin reducirla a un mero objeto de placer. La unión sexual va mucho más allá del goce momentáneo, dado que es la muestra de mayor entrega y de amor que puede mostrar una persona por otra.
Juan Fidel Medina

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